Un vacío o una entraña
Siempre llevé al «Uruguayo» con prisas entre «La Rueda» y «La Carreta», sus dos restaurantes en Rosellón y Balmes.
Hoy llevé a su hija con la típica maleta pequeña de los que dejan los hospitales y me contó cómo murió su padre. Le pusieron una sonda tan mal que la orina retornó a los riñones. Otra negligencia y otro abuelo menos. Estas muertes no salen en estadísticas.
Te haces viejo y de alguna manera has de morir. Pocos recursos a Sanidad y menor control.
Aún recuerdo los viajes gratuitos a sanitarios de los taxistas mientras médicos y enfermeras llenaban el Trapio con su menú de 50 euros. Si le habían sableado un viaje al taxista dejaban una amplia propina. Los taxistas hacíamos altruísticamente de organización no gubernamental cuando en Francia cerraron 10.000 ONG que vivían del cuento de la caridad.
Aquí hasta el último empleado dedicado a la caridad profesional tiene un sueldecillo y los jefazos trapichean en países como La India o Brasil dónde no hay rigor alguno con los capitales. Los taxistas hacen de ONGs auténticas mientras las fake y las comunidades hacen su agosto.
Me contó cómo cerraron los restaurantes y cómo su padre enloqueció al verse fuera de su rutina debido a la Covid. Lo ataron y lo trataron fatal mientras los ciudadanos alentaban a los sanitarios en los balcones.
Luego vino lo de la obstrucción a la salida de la orina. La hija bajó a comer algo. Cuando subió ya estaba agonizando. Le cogió la mano y le susurró mientras desfallecía: «Tranquilo papá, tenemos ciento sesenta clientes. El Restaurante está lleno».
Me contó que sintió cómo moría tranquilo. Supongo que los taxistas moriremos en paz si sabemos que el coche está en condiciones y hay gente en las calles levantando las manos.
Así murió «El Uruguayo». Pensando que lo tenía todo dispuesto para dar el mejor servicio.
Un vacío o una entraña