La muerte de Pepe Mujica, que estremece a un pueblo
A comienzos del año 2024, los medios uruguayos interrumpieron su programación habitual para cubrir una rueda de prensa que cambiaría el tono del país. Un hombre de edad avanzada, visiblemente debilitado pero sereno, compartió una noticia que dejó a millones sin aliento: padecía cáncer. Con una calma inquebrantable, dijo: “He tenido varios encuentros con la muerte, pero hasta ahora siempre ha pasado de largo. Esta vez, parece que se acerca con paso decidido. Ya veremos cómo termina esto”.
Las palabras eran sencillas, pero el mensaje era desgarrador. José «Pepe» Mujica, símbolo viviente del Uruguay moderno, anunciaba que su lucha final había comenzado. No fue solo un anuncio de enfermedad, fue un momento de conciencia colectiva: el país entendía que el tiempo del viejo luchador estaba llegando a su fin.
La despedida de un guerrero cansado
Casi un año después, el 13 de mayo de 2025, Mujica volvió a hablar ante cámaras, ya sin reservas: “He llegado al final del camino. Estoy muriendo. Y un combatiente también merece su descanso”, confesó. Ese mismo día, el ex presidente más carismático del continente latinoamericano falleció, dejando una huella profunda, no solo en Uruguay, sino en el mundo entero.
Pepe Mujica: un hombre con alma de pueblo
Traducir las palabras de Pepe Mujica a otro idioma es como intentar encerrar el viento en una botella. Su tono pausado, su acento rural, sus dichos populares, todos ellos formaban parte de una identidad que iba más allá del lenguaje. Hablar de Mujica es hablar de la voz del campo uruguayo, del hombre que nunca se olvidó de sus raíces, ni siquiera cuando ocupaba el cargo más alto del país.
Del monte a la presidencia: una vida de lucha
Nacido en 1935 en Montevideo, José Mujica tuvo una vida marcada por la resistencia. Campesino, floricultor y más tarde guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, pasó más de una década en prisión, gran parte de ese tiempo en condiciones inhumanas, tras el golpe militar de 1973.
Cuando recuperó la libertad, lejos de buscar revancha, eligió el camino de la política democrática. En 2010 fue elegido presidente del país, liderando un gobierno que transformó profundamente la imagen de Uruguay en el escenario internacional.
El presidente más humilde del planeta
Durante su mandato (2010-2015), Mujica rechazó los lujos del poder. Donaba cerca del 90% de su salario presidencial y se negaba a vivir en la residencia oficial, prefiriendo su modesta chacra a las afueras de Montevideo. La BBC lo apodó “el presidente más pobre del mundo”, aunque él mismo decía que “pobre no es quien tiene poco, sino quien necesita mucho”.
Su estilo directo y austero incomodó a muchos, pero también inspiró a millones. Lejos de los formalismos, usaba siempre la misma chaqueta gastada, y prefería los discursos sinceros a las declaraciones elaboradas.
Un reformador que cambió el rumbo del país
Durante su administración, Mujica impulsó políticas progresistas que pusieron a Uruguay en el mapa mundial como referente de derechos civiles. Se aprobó el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la legalización del cultivo y consumo de marihuana. Además, bajo su liderazgo, Uruguay se convirtió en un pionero de la energía renovable: al finalizar su gobierno, el 95% de la electricidad del país provenía de fuentes limpias.
Estas transformaciones no fueron fruto de la improvisación, sino de una visión clara: la política debía estar al servicio de la gente común, no de los intereses corporativos.
Filosofía de vida: sencillez y coherencia
Mujica nunca temió desafiar los dogmas del capitalismo moderno. Con frecuencia cuestionaba si el afán de riqueza traía verdadera felicidad. “Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos, para impresionar a gente que no conocemos”, decía en entrevistas que, una y otra vez, se volvían virales.
Su pensamiento no era el de un ideólogo de salón, sino el de un hombre que había vivido la escasez y el encierro. Su autenticidad le ganó respeto en todos los rincones del planeta.
El presidente que hacía autostop
Pepe Mujica también fue protagonista de anécdotas insólitas. En 2015, un mecánico uruguayo llamado Gerhald Acosta hacía dedo para volver a su casa tras una jornada laboral. Más de veinte autos pasaron sin detenerse, hasta que uno con matrícula oficial lo recogió. Para su sorpresa, en el asiento del copiloto iba el propio presidente Mujica, mientras en la parte trasera estaba Lucía Topolansky, su esposa, senadora y Primera Dama, acompañada de su perra Manuela.
“No todos los días un presidente te lleva a casa”, comentó Acosta. Mujica no solo predicaba humildad, la vivía con cada acción cotidiana.
Mujica y Lucía: una historia de amor y revolución
La historia personal de Pepe Mujica está entrelazada con la de Lucía Topolansky, también ex guerrillera, y quien más tarde se convertiría en la primera mujer vicepresidenta del país. Su relación, forjada en la adversidad y la clandestinidad, se convirtió en un símbolo de resistencia, ternura y compromiso mutuo.
Un símbolo cultural y político
El cine no tardó en inmortalizar su figura. El director Emir Kusturica realizó un documental titulado El Pepe: Una vida suprema, disponible en Netflix, que retrata con sensibilidad la vida del expresidente, desde su época guerrillera hasta sus últimos años de vida sencilla. También se produjo la película La noche de 12 años, basada en el brutal encarcelamiento que sufrió Mujica durante la dictadura militar.
En 2018, Mujica asistió al Festival de Cine de Venecia, donde fue recibido con una ovación de pie. “Estoy tan fuera de lugar como un perro en una cancha de bowling”, bromeó ante los periodistas, con su estilo característico: humilde, directo y entrañable.
Un legado que trasciende fronteras
Con la partida de Pepe Mujica, Uruguay pierde a uno de sus hijos más ilustres, pero el mundo gana un ejemplo perdurable de ética política, resistencia y humanidad. Fue un hombre que, aún en el poder, nunca dejó de ser del pueblo. Su legado no está solo en las leyes que promovió, sino en la forma en que vivió: coherente, austero y profundamente humano.