Élite-Uber en USA 2117 (5)

Élite-Uber en USA 2117 (5)

Al ajustar el bastón al lateral de la moto sonó el click que se acordó cómo señal del inicio de aceleración. Era una milla limpia de cualquier obstáculo. De cero a 800 miles per hour. Luego la rampa de 300 metros que lo subía a 125 pies sobre el Cañón del Colorado. Tito sentía el viento atravesar el traje grueso, su protector. Sabía que sería inútil utilizar el paracaídas. Se la jugaba.

La rampa de recepción estaba a 30 pies de altura. Había subido a 420 metros y de su habilidad para aferrarse al volante dependía que fuera una suave caída. No lo fue. Brincó para contener el arreón de la rueda trasera. Temió que reventara. El neumático aguantó gracias al reforzamiento extra y haberle bajado la presión levemente. Después se dejó llevar sin frenazos estridentes. Se apartaron los mecánicos de la zona de recibimiento plena de cámaras.

A 170 metros se paró Tito Álvarez aún pleno de adrenalina. Fue el momento en que la multitud sobrepasó las vallas de contención. Lo alzaron en hombros. Lo agitaron. Sacaron la barra de rubíes de Élite que Tito había portado en la moto. Más de 160.000 machacantes incrustados y la promesa de que si lo lograba la iba a regalar.

Mientras la multitud esperaba impaciente la espada de Felipe ll sustituía a la barra de rubíes del sofá de la habitación del Hospital ubicado enfrente del Circle Line, al lado Oeste del Hudson. Los responsables del Mount Sinaí iniciaban los preparativos para el traslado del Presidente Albert Álvarez a la Casa Blanca. Así empezó a bajar la potente anestesia y a olvidar lo de su fantástico salto en moto. Sin embargo, la espada de Felipe ll le iba ayudando a acceder a su resto oscuro de memoria.

Los flaxes de los fotógrafos mientras entraba en la camilla a la ambulancia revelaban a Mc Klein gritando: «¿Acaso matándome vas a acabar con la codicia?». Luego la patada salvaje de un Uber-Nexus 32. Sabía que era lo que lo dejó inconsciente.

¿Por qué miles de personas le rendían tributo a su paso, de dónde esas caras de alegría?

Sentía el mareante vómito de la anestesia. El recuerdo de que era levantado y lanzado inerte contra el cadáver de Madeleine. Allí en su improvisada tumba recordó haber invocado al Diablo.

Mientras, su cuerpo derrotado rompía un brazo de su mujer yaciente durante un abrazo tétrico.

Pararon en la quinta avenida para que sus suegros subieran su bella negritud junto a su cuñada Lydia. Salieron del Hotel Astoria mientras sonaban los aplausos. La ambulancia era amplia y fueron fáciles de acomodar. «Madeleine ya está en el ataúd. Acabaron la autopsia. La mató con el remo», su suegro había tenido el valor de aclarar.

Albert no alcanzaba a pronunciar una sola palabra. El dolor lo tenía aplacado. Recordó que un agente le suministró una navaja de afeitar de un peluquero que murió matando con su herramienta.

Y sí. Fue el mismísimo Diablo el que le dio las fuerzas para clavársela a un espantado Mc Klein.

Fue el 13 de marzo del 2117. El cielo estaba despejado. España había lanzado su primera bomba atómica sobre Amsterdam. La noticia era que se habían destrozado más bicicletas que humanos.



Élite-Uber en USA 2117 (5)