ÉLITE-UBER en USA 2117 (3)

ÉLITE-UBER en USA 2117 (3)

No sólo los Uber Nexus masacraban más y mejor, también el Herald Tribune y el Boston Chronicle sacaban los trapos sucios de la presidenta y el activista. Y es que ahora Tito Alvarez, a sus más de 150 años era marido de un puma soberbio, Madeleine Logan, una negra esbelta, presidenta, mandamás de los USA de tan sólo 27 años. Un portento sexual que comandaba el planeta.

Tito mostraba la foto de portada del Herald Tribune. La foto de posesión del nuevo presidente en 2112. Madeleine iba cogida a un gigolo humano cómo mandaba el protocolo de madres solteras. Para el periodista Frederic Wollmer el zoom era revelador. Era un puto Uber Boy Stripper Nexus 147. Una máquina de Mac Klein usurpando un humano en blanco y negro en pleno acto de proclamación.

Pero aún peor era lo del Boston Chronicle: Según la periodista Susana García Castaño, Tito Álvarez pagó a un negro para que exaltara unas inexistentes hazañas futuras visibles y ridículamente exageradas.

En ese momento Tito Álvarez se colocó su gorra y su chaleco.

Mientras la televisión mostraba miles de fallecidos esparcidos por la violencia salvaje de los Uber Nexus, Madeleine Logan sometía su cuerpo al cyborg español.

Estaba más allá de lo humano detener a los Uber Nexus en el frente de Madison Avenue con la 77. El Teniente Bus Driver acompañado de Marines y bomberos acababa su noveno cargador de 467 balas. Su superautomatica marcaba sobrecalentamiento. Munición que cosquilleaba levemente el poder metálico del ejército Uber Nexus, que era mucho más carnicero en cada embestida.

Madeleine Logan examinaba ya en camisón, plenamente satisfecha, los mapas y posibles salidas al conflicto.

Pararon para un lunch. La Presidenta le dio un buen rapapolvo: «¿Cuántos machacantes le diste a ese cabronazo para que te hiciera esa puta biografía?».

Tito Álvarez se rebotó: «¿Recuerdas la marcha de Sant Louis? ¿Te acuerdas que fue en 2049? Los Antidisturbios Uber Nexus llegados de Boston a millares esperaban a 45.000 de tu raza afroamericana pidiendo derechos civiles para las madres solteras negras. El relator desvió la manifestación por Chanel St. Luego los evacuó a todos en Taxis Portaviones. La idea fue suya».

Madeleine Logan examinaba lo escuchado. El soldado desconocido al que cada presidente americano ponía corona de flores mientras sonaba el himno americano en cada proclamación no era otro que XXXXXXXX.

«Su biografía ruin me costó 459.000 machacantes. Pero no era un cabronazo. No era un perro, señora Presidenta».

Madeleine Logan despertó del letargo. Había sacado a Bus Driver de su semivida para acabar con los Uber-Nexus y se acabó enamorando de Tito Álvarez con su puta gorra de Élite.

El general Biden bisnieto del presidente se lo dejó claro: «Tenemos una capacidad de reacción de 20 minutos, hemos llamado a Bus Driver y a Crazy Money, están al teléfono».

«Soy Madeleine Logan. Como presidenta os pido disculpas por mi tardanza, ya podéis lanzar las tropas humanas. los aviones, los tanques, los helicópteros y las tropas de marines comandadas por taxistas van en camino. Confiemos en Dios para salvar el sueño americano».

Tito llegó al frente en un Apache 49. El frente Sur de Madison Avenue ya estaba derrotado y los Uber-Nexus atacaban por dos frentes. Puso los tanques detrás de los yellow cabs.

Los taxistas condujeron en diagonal para alterar los radares Uber. Los taxistas eran ex-glober trotters de Harlem ya retirados del básquet, pero cabs activos. Pararon los coches y salieron los peluqueros con navajas de afeitar. Masacraron a las máquinas de Mac Klein sin piedad.

Mientras, Madeleine Logan subía las escaleras del Metropolitan. La recibía Mac Klein en la sala de la Polinesia que rellenó tan brillantemente el nieto de los Rockefeller.

«Lo siento Mac, no puedo traicionar ni a Tito ni al sueño americano. ¿Recuerdas que aún soy un ser humano?».

Mac Klein le reventó el remo de una barca de la Polinesia. Murió en el Museo delante de una reproducción de la Estatua de la Libertad después de haberse arrastrado por la sala de instrumentos que reproducían el piano de Wendy Carlos. Su sacrificio fue la señal.



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