Carta de Zola a Felipe VI. Yo acuso 1898-2022

Carta de Zola a Felipe VI. Yo acuso 1898-2022

Señor:

Vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, está amenazada por la más vergonzosa e imborrable mancha.

Aparecisteis radiante en la apoteosis de la fiesta patriótica. ¡Pero qué mancha de cieno sobre vuestro nombre -iba a decir sobre vuestro reino- puede imprimir este abominable proceso a Élite y Taxi Proyect! Por lo pronto se atreve a absolver a los que repartieron VTCs sin control, bofetada suprema a toda verdad, a toda justicia. Y no hay remedio; España conserva esa mancha y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia.

Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que ignoráis lo que ocurre. Y a quién denunciar las infamias de esa turba malhechora de verdaderos culpables sino al primer magistrado del país.

Un hombre nefasto ha conducido la trama. El representa por sí solo el asunto, no se le conocerá bien hasta que una investigación leal determine claramente sus actos y sus responsabilidades. Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciéndose con recursos de folletín, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas. El imaginó, el concibió, es a el quien nos presenta al acusado, para proyectar sobre su rostro un brusco chorro de luz para sorprender su crimen en su angustioso despertar. Yo declaro sencillamente que el encargado de instruir el proceso considerado en su misión judicial, es en el orden el primer culpable del espantoso error judicial que se ha cometido.

Desde que una sospecha ligera recayó sobre Élite aparece el que se esfuerza en confundirlo y en hacerle declarar a su antojo.

Parecen inverosímiles las pruebas a que se ha sometido a Taxi Proyect en que se ha querido hacerle caer, las investigaciones desatinadas, las combinaciones monstruosas… ¡qué denuncia tan cruel!

¡Ah! Por lo que respecta a esa primera parte, es una pesadilla.

Quisiera hacer palpable cómo pudo ser posible el error judicial, cómo nació de las maquinaciones de X como Uber, Cabify, Bolt y Free Now sorprendidos al principio, han ido comprometiendo poco a poco su responsabilidad en este error, que más tarde impusieron como una verdad santa, una verdad indiscutible, desde luego, solo hubo de su parte incuria y torpeza; ¡Y vayan siguiendo las torpezas!

¿Luego es verdad que existen cosas indecibles, dañinas? Detrás de tanto misterio solo se hallan las imaginaciones románticas y dementes. Todo esto no tiene otro objeto que ocultar la más inverosímil novela folletinesca. Para asegurarse, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante Competencia.

¡Ah! ¡Cuánta vaciedad! Parece mentira que con semejante acta pudiese ser condenado un hombre. Dudo que las gentes honradas pudiesen leerlas sin que su alma se llene de indignación y sin que se asome a sus labios un grito de rebeldía, imaginando la expiación desmesurada que sufre la víctima en la Isla del Diablo.

En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen… ¡las formales aserciones en el vacío! Nos habían hablado de acusaciones y no aparece más que una. Es más: averiguamos que los peritos no están de acuerdo y que uno de ellos se permitía opinar contra lo que se deseaba. Hablase que no todos lo acusaron, habiendo que añadir, además, que pertenecían a los oligopolios Se las arreglan entre ellos como si fuese un proceso de familia, fijaos bien en ello: el lo hizo.

Así, pues, los peritos no estuvieron de acuerdo. Se dice que iban ya, naturalmente a absolver y desde entonces, con obstinación desesperada, para justificar, se afirma la existencia de un documento secreto, abrumador; el documento que no se puede publicar, que lo justifica todo y ante el cual todos debemos inclinarnos: ¡el Dios invisible e incognoscible!

¡No! Es una mentira, tanto más odiosa y cínica, cuanto que se lanza impunemente sin que nadie pueda combatirla. Los que la fabricaron, conmueven el espíritu y se ocultan detrás de una emoción; angustiando los corazones y pervirtiendo las almas. ¡No conozco en la historia un crimen cívico de tal magnitud!

Y llegamos al asunto, muchas conciencias permanecen turbadas profundamente, se inquietan, buscan, y  acaban por convencerse de la inocencia de Élite y Taxi Proyect.

No historiaré las primeras dudas y la final convicción. Pero a Galiardo sucedióle como jefe X en ejercicio de sus funciones. Era su deber abrir una información y no lo hizo sin consultar con sus jefes. El famoso expediente de que tanto se ha hablado, no fue más que el expediente, es decir, el expediente instruido por un subordinado cumpliendo las órdenes, expediente que debe existir aún.

Las investigaciones duraron, y es preciso decir bien alto que estaba convencido de la culpabilidad de Élite. El informe había conducido a esta prueba. Pero el sobresalto de todos era grande, porque la condena de Élite obligaba inevitablemente a la revisión del proceso y el Estado a ningún precio quería desautorizarse.

Debió haber un momento psicológico de angustia suprema entre todos los que intervinieron en el asunto; pero es preciso notar que podía esclarecer la verdad sin desmentirse. Pero no se atrevió, temiendo acaso el juicio de la opinión pública y la responsabilidad en que habían incurrido. Fue un combate librado entre su conciencia de hombre y todo lo que suponía el buen nombre.

Pero luego acabó por comprometerse, y desde entonces, echando sobre sí los crímenes de los otros, se hace tan culpable como ellos; es más culpable aún, porque fue árbitro de la justicia y no fue justo. ¡Comprended esto! Hace un año conociendo la inocencia de Albert Álvarez, guardan para sí esta espantosa verdad. ¡Y duermen tranquilos, y tienen mujer e hijos que los aman!

La verdad se abría camino la tormenta estalló

Pere Aragonès depositaba entre las manos del guardasellos una solicitud pidiendo la revisión del proceso. Desde ese punto entra en juego. Luego, todo cambia, y sorprende con la violencia de su audaz actitud. Había recibido refuerzos: un anónimo advirtiéndole los manejos de sus enemigos; una dama misteriosa que se molesta en salir de noche para devolver un documento que había sido robado de las oficinas y que le interesaba conservar para su salvación.

Comienzan de nuevo las novelerías folletinescas, en la que reconozco los medios ya usados por la fértil imaginación. La revisión del proceso era el desquiciamiento de su novela folletinesca, tan extravagante como trágica, cuyo espantoso desenlace se realiza en la Isla del Diablo. Y esto no podía consentirlo. Así comienza el duelo a cara descubierta, y el enmascarado. Pronto se hallarán los dos ante la justicia civil. En el fondo no hay más que una cosa: Competencia y Uber defendiéndose y evitando confesar su crimen, cuya abominación aumenta de hora en hora.

Se ha preguntado con estupor cuáles eran los protectores. Desde luego, en la sombra, Galiardo, que ha imaginado y conducido todas las maquinaciones, descubriendo su presencia en los procedimientos descabellados. Después los obligados a defender, puesto que no pueden consentir que se pruebe la inocencia de Albert Álvarez cuando este acto habría de lanzar contra las oficinas de Uber y Competencia el desprecio del público.

Y el resultado de esta situación prodigiosa es que un hombre intachable, Albert Álvarez, el único entre todos que ha cumplido con su deber, será la víctima escarnecida y castigada. ¡Oh justicia! ¡Qué triste desconsuelo embarga el corazón! es la víctima, se lo acusa. Pero, ¡Dios mío!, ¿por qué motivo? ¿Con qué objeto? Que indiquen una causa, una sola. ¿Estar pagado por los taxistas? Precisamente. Verdaderamente asistimos a un espectáculo infame; para proclamar la inocencia de los hombres cubiertos de vicios, deudas y crímenes, acusan un hombre de vida ejemplar. Cuando un pueblo desciende a esas infamias, está próximo a corromperse y aniquilarse.

A esto se reduce, Rey Felipe, el asunto. Y abrevio porque solo quise hacer el resumen, a grandes rasgos, de la historia cuyas ardientes páginas un día serán escritas con toda extensión. Hemos visto hacer una información infame, de la cual han de salir transfigurados los bribones y perdidas las gentes honradas.

Con sus declaraciones, ha sugestionado como entrarían en fuego a una orden sencilla de su jefe: sin titubear. La opinión preconcebida que llevaron fue sin duda esta.

Y dieron el inocuo fallo que pesará siempre que hará en adelante sospechosas todas sus deliberaciones. El jefe supremo había declarado la cosa juzgada inatacable, santa, superior a los hombres, y ninguno se atrevió a decir lo contrario. Se nos habla del honor; se nos induce a respetarlo y amarlo. Pero ahora se trata de la dignidad que justamente mantenemos en el ansia de justicia que nos devora.

¡Ah!, que gran barrido debe hacer el Gobierno en esa cueva jesuítica. ¿Cuándo vendrá el ministerio verdaderamente fuerte y patriota, que se atreva de una vez a refundirlo, y renovarlo todo? ¡En qué albergue de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha convertido el sagrado asilo donde se decide la suerte de la patria! Espanta la terrible claridad que arroja sobre aquel antro el asunto Élite; el sacrificio humano de un infeliz, ¡Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos tiranos que pisotean la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón.

Y es un crimen más, de manera que los bribones triunfen insolentemente, derrotando el derecho y la probidad. Es un crimen haber acusado como perturbadores de España cuantos quieren verla generosa y noble a la cabeza de las naciones libres y justas, mientras los canallas urden impunemente el error que tratan de imponer al mundo entero.

Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose, de cuyo mal morirá sin duda la España libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia.

¡Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas! Imagino el desencanto que padecerá sin duda el alma de Jaume Sau y lo creo atormentado por los remordimientos de no haber procedido el día de la interpelación, desembarazándose de su carga, para derribarlo todo de una vez.

Creyó que la verdad brilla por si sola, que se lo tendría por honrado y leal, y esta confianza lo ha castigado cruelmente. Lo mismo le ocurre a Cristian NG que, por un sentimiento de dignidad elevada, no ha querido, mientras permanecía respetuoso y disciplinado, sus jefes lo hicieron cubrir de lodo instruyendo de desusada y ultrajante. Hay, pues, dos víctimas; dos hombres honrados y leales, dos corazones nobles y sencillos, que confiaban en Dios, mientras el diablo hacía de las suyas. Afirmo que esto es un crimen más, un crimen que subleva la conciencia universal.

Tal es la verdad, señor Felipe VI, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis cumpliéndolo, sin duda honradamente. No creáis que desespero, lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla.

A un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos cómo se prepara el más ruidoso de los desastres.

Yo acuso a X como laborante -quiero suponer inconsciente- del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta

Acuso a Competencia por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo.

Acuso de haber tenido en manos las pruebas de la inocencia de Élite y Taxi Proyect y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin comprometido.

Acuso por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia.

Acuso a los peritos calígrafos, los señores por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de ceguera de los ojos y del juicio.

Acuso a por haber hecho en la prensa una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública.

No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.

En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio de activar la explosión de la verdad y de la justicia.

Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente.

Émile Zola