La unidad en un frente común tiene como resultado la victoria
Una de las principales claves del conflicto del taxi ha sido la unidad con la que se han movilizado en el sector.
Para empezar, raro es el que no secundó la huelga en las principales ciudades; pero, además, también hemos visto como los taxistas de Madrid y Barcelona se han coordinado para presentar un frente común, a pesar de tener realidades relativamente distintas y negociar con administraciones distintas.
Tanto es así que, incluso cuando los taxistas de Barcelona bajaron un peldaño en la intensidad de sus movilizaciones, debido al acuerdo alcanzado con la Generalitat, algunos de ellos se desplazaron hasta la capital para apoyar a sus compañeros madrileños.
Más aún, la unidad de acción de los taxistas alcanzó también escala europea, con reuniones entre taxistas españoles y franceses, y con participación de taxistas portugueses solidarizándose en Lisboa con sus compañeros españoles, e incluso desplazándose hasta Madrid para acompañarles en las protestas.
Una de las asociaciones del taxi que está encabezando las protestas, Élite Taxi, se organiza a nivel europeo, con presencia en Italia, Francia o Bélgica.
Es comprensible, dado que el conflicto entre Uber y el taxi tiene una dimensión europea innegable, situándose la batalla judicial entorno a los tribunales europeos.
Esta maniobra, además, permite aglutinar una fuerza de trabajadores aún mayor para enfrentarse a las multinacionales, amplificando la capacidad de presión y aumentando el impacto de las protestas.
De forma cada vez más extensa, los colectivos de trabajadores en lucha demuestran como la unidad es clave a la hora de plantear las luchas.
La unidad, primero, en el seno de la fábrica o centro de trabajo, como la que han presentado los compañeros de Coca Cola en Lucha en la planta de Fuenlabrada o como la que están mostrando los taxistas en lucha de Madrid.
Así mismo, la unidad, después, entre plantas o centros de trabajo, como la que mostraron los compañeros de Alcoa entre las plantas de Avilés y A Coruña o como la que han mostrado los taxistas de Madrid y Barcelona.
Y la unidad, en última instancia, internacional, para presentar un frente común de trabajadores con intereses comunes frente a las multinacionales a las que nos enfrentemos, como hicieron, por ejemplo, los compañeros de Ryanair o los de Amazon.
El movimiento sindical ya está dando pasos claros hacia la construcción de estructuras de coordinación a nivel trans-nacional.
Es lógico, cuando se enfrentan a empresas que operan con estructuras que superan orgánica y funcionalmente las fronteras nacionales.
Sin embargo, desde la rama política del movimiento obrero, aún estamos lejos de alcanzar ese grado de colaboración.
La coordinación
La mayoría de las organizaciones políticas obreras se limitan a reunirse, firmar declaraciones conjuntas, y compartir programas mínimos muy básicos.
Pero no hay una coordinación práctica que acompañe desde la política los movimientos que se realizan desde la esfera sindical.
Eso limita las prometedoras posibilidades de estas experiencias de coordinación europea: el conflicto del taxi es el enésimo ejemplo de que una de las principales tareas pendientes para las organizaciones políticas obreras es plantear un frente común, como poco, a nivel europeo, para ser efectivas y útiles para los trabajadores a los que se supone que representan.
Tito Álvarez, el líder indiscutible que formó la Asociación Profesional Élite Taxi ya ha dado un paso adelante para cumplir este objetivo.
Esta semana se constituía la asociación Taxi Project 2.0 que será la que plante cara a los lobbies en Bruselas.