Cómo vencí a Uber desde el infierno
Cuando apareció por primera vez este libro carecía de prólogo debido a las escasas expectativas de éxito. Era un libro más de tantos autores noveles que aspiran a una relativa, aunque pequeña atención. Al mismo Albert le sorprendió la repercusión. A mí también me excitó su idea de que lo prologara, más que nada porque fui el que consoló a Ivana durante su ausencia. Ella me lo contó todo. Y no porque yo no la amara, sino porque ella siempre creyó que volvería.
Ivana Ivaneskaya no sabía que hacer, Albert Álvarez no reaccionaba, ya le habían aleccionado sobre los efectos de los hongos en la tortilla. Esas reacciones sólo las sufrían los turistas. Los tailandeses eran inmunes, como lo eran al picante de sus comidas.
Henry Kissinger iba en el barco de la muerte que conducía al infierno. Reconoció, entre la muchedumbre a Albert Álvarez.
”Eh,younger man,What are you doing here?”.
Albert se sorprendió a sí mismo hablando un perfecto inglés: ”A pleasure, mister Peace Prize Nobel”.
“Hi, joven, lo conozco. Después de formar a los escuadrones de la muerte para Sudamérica hicimos formación para reggatoneras para dominar las mentes de aquellos que se opusieran a la invasión de nuestras empresas. Y recuerdo su cara: Usted luchó contra nuestra ocupación. Lo dejo, tengo cuentas pendientes. Pinochet me ha retado al póker”.
“Dios, esto es una revelación. Este canalla ha confesado la razón de su condena. Tengo que escapar de la muerte y avisar antes de que los ultracuerpos Uber invadan Catalunya”.
Para Albert el hecho de que hubiera formación adoctrinadora de reggatoneras explicaba lo que ocurrió aquella noche en que Ayuso fuera sorprendida con un baile anal acompañada de un dirigente de Uber. La luz se le hizo justo cuando iba a visitar al Príncipe de las Tinieblas. Tenía que contactar con los vivos y sólo había una forma.
El truco estrella de Fontanet, el Mago del Taxi, era su máquina de desintegración de materia. Baena siempre era elegido entre el público para desvanecerse por debajo del escenario y aparecer a conveniencia.
Sumergiendo de la muerte después de lanzarse al lago, Albert apareció como un fantasma en ese truco de magia. Sólo por ser inmaterial cabían los dos en el baúl.
Baena se sorprendió: ”No estabas de vacaciones?”. “A ver si nos ponemos al día. Ahora mismo estoy muerto y no tengo mucho tiempo. Investiga la relación entre las reggatoneras y Uber. Visiona el vídeo de la fiesta de los 40 principales”.
Albert volvió a desintegrarse, ahora entre los fuertes aplausos del público. Baena volvió a su asiento junto al cabestro Ezequiel. Jorge Rubiales Fontanet, el Mago del Taxi, intentaba simular que los hechos extraños acontecidos eran parte de su amplio repertorio.
“A ver Baena, ese no era Tito?”. «Tito está muerto, me lo ha dicho el mismo, y que investiguemos a las reggatoneras”. Ezequiel localizó un papelito con detalles, seguramente de Tito Álvarez:”Anitta fue adiestrada por la CIA.” La letra era del coordinador.
Mientras Fontanet echaba 3 en 1 a los engranajes de la escalera bajo el baúl, Baena meditaba sobre los mensajes del más allá de Álvarez. ”Igual Tito no está del todo muerto, ya que aún se comunica”. ”Si ha escapado del Infierno podría estar en el Purgatorio. Ello implica que nos oye y aún nos puede guiar. Pero que no piense que lo vamos a resucitar, yo obro trucos, para milagros estaba Cruyff”. El mago Fontanet era más científico que místico, nunca creyó en los milagros de Jesucristo. De pequeño le regalaron un Magia Borras y nunca más fue a Iglesia alguna.
“Mira, aquí está el perreo de Anitta a Díaz Ayuso, observa, Jordi. La música sólo acentúa el movimiento del culo, pero es el trasero el que hipnotiza, y mira la mano del directivo de Uber, menea el culo con un cordel invisible”.
“Efectivamente, completo’ el análisis de Baena su cabestro, ese movimiento anal no es aleatorio, traslada un mensaje más allá del atún con pan. Abdull Alhazred en su Necronomicon descifraba cada movimiento de nalga y su poder hipnótico. Deberíamos consultar el ejemplar único sito en el monasterio de Simancas”.
Fontanet subió con dificultad a Baena a través de un escarpado muro, único inconveniente al acceso al Monasterio. Simancas había explotado comercialmente el hecho de albergar el Necronomicon, pero nadie lo vigilaba, así que abrieron el ejemplar sobre la página 326. Allí estaba cada movimiento de nalga equivalía a todo un mundo.
El cabestro Ezequiel completó el puzle: ”El taxi para los americanos”. Esa frase entró en el inconsciente de Ayuso a través de una reggatonera adiestrada en West Point. Ese culo, más que latino era un ‘marine arse’, duro para soportar las alambradas vietnamitas y lleno de mensajes para la invasión imperial USA a través de sus multinacionales.
Rosalía estaba ultimando una versión de estudio de A tu vera, de Lola Flores. Allí se le apareció el fantasma de un sudado y desesperado Albert Álvarez. ”Tienes que ayudarnos, están convirtiendo el reggaetón en el arma del imperio americano».
Rosalía no estaba sorprendida, ya que esa era la verdadera razón de su separación. Se negó a destrozar los servicios públicos y su novio siguió mandando mensajes anales a través de sus bailarinas. Él también saltaba y meneaba el trasero vendido a los yankies.
Rosalía lo confesó llorando: ”No lo iba a querer más que a un taxi al aeropuerto a las 4 de la madrugada”. Tito le aseguró que Motomami era mejor que el puto Tangana. Y que tenía más duende que la Pantoja. Y el era andaluz, así que se puso sombrero Fuck Uber estilo sevillano y le tocó las palmas.
Rosalía bailaba por los servicios públicos y por su taxi en la puerta a la “madruga’”. A esa misma hora Rauw Alejandro recibía nuevas órdenes en West Point. Sus bailarinas necesitaban 4 semanas de adiestramiento para a través de sus panderos imponer la invasión Uber. Un espectáculo cuyo origen fue los experimentos hipnóticos perpetrados en Corea. Luego vino la reclutación para la CÍA de Don Omar. Sus ideas diabólicas mientras veía bailar a las chicas de su equipo.
Después de una nueva desmaterialización Albert volvía a un bote hinchable. Pronto dejó oculto el bote y se perdió por una calle estrecha. Eso era el Purgatorio, por las colas de quejicas delante de una ventanilla. Delante de esa inmensa multitud de desesperados estaban los funcionarios del infierno. Rescatados de las oficinas de la Grúa de Barcelona en el Vall Hebrón.
Aunque aquí mostraban cierta empatía, Albert tuvo suerte. La negra le aseguró que revisaría su caso. Cierta comprensión ya que a ella la habían condenado por lascivia y no por ser mala persona. No creía que el infierno fuera el lugar merecido para Albert, y se rió cuando le contó sus andanzas con Fontanet. Ese mago estaba muy valorado entre las negras. ”Le ayudaré Albert, me gustan sus referencias”.
Esa misma noche la Negra Bahía le aseguró que podía tener una conversación telepática a conveniencia cada vez que quisiera. Y lo de volver con los vivos era descartado, aunque se comentaba el caso de Splendini. Albert le comentó que su amigo Fontanet lo conocía.
El espectador era un chico de 18 años. Aún no había decidido su sexualidad y lo peor, no sabía si tomar Uber o los taxis de toda la vida. Para Uber era su víctima. Gabriel miraba atentamente la exhibición anal de Anitta. Inocente de la manipulación de que era objeto. No se trataba, como pensaba el, de valorar si la reggatonera tenía un culo cagador al uso, mientras que su idolatrada Irene Montero tenía un culo místico. Irene lo tenía integrado en un todo. Era parte de ella. Mientras que Anitta era una fiera con esas nalgas que… bueno, definitivamente cuando acabe el show llamaré un Uber.
Sí, Gabriel era otra víctima, otro listillo que caía en las garras de la propaganda subliminal. De poco servía que sacara un 10 en filosofía. Schopenhauer había sido evidenciado por un trasero manipulador del pensamiento.
Todos caían desde que los traseros fueran utilizados desde el Pentágono.
¿Qué es esto? Efectivamente, un tipo con una gorra de Élite y camiseta Fuck Uber interrumpía el concierto: ”Esto se ha acabado, si no queréis taxis que pagan impuestos os quedáis sin escuelas y hospitales”.
Al poco ese tipo se desvaneció. Desapareció delante de 40.000 personas y la televisión en directo durante los Premios Grammy. Es más, antes de irse le mostró una estatuilla de acero a Rauw Alejandro, el Grammy que este acababa de ganar. Tito hizo un gesto de limpiarse el trasero con el objeto. Rauw corrió, huyendo como un cobarde al ser descubierto. Todo el mundo sabía que era un reggatonero al servicio de la CÍA.
Ahora fue el momento de Rosalía: ”A tu vera, a tu vera, siempre a la verita tuya hasta el día que me muera…”. Elegante y sin movimiento anal con tinglado subliminal manipulando desde la oscuridad. Arte sin necesidad de trucos. Sin venderse al capital. Sin instrucciones desde Camp David o la White House. Tito aplaudía pero nadie lo oía. Mejor, porque también estaba llorando por la emoción. La Negra Bahía, a su lado empezaba a entender su desgracia. Esos canallas a través del engaño del dinero estaban robándole a millones de taxistas en todo el mundo y usaban esos culos fantásticos para aplacar cualquier atisbo de protección para sus derechos.
La Negra Bahía había sido una activista en pro de los derechos civiles en Baltimore. Su comprensión y solidaridad eran similares a los de María Magdalena con Jesucristo. Y también ella empezaba a amar a aquel hombre. Y estaba dispuesta a sujetar su cruz. No competía con Ivana porque el amor se da sin esperar retorno.
La Negra Bahía era hermana de la Virgen María, la que está en la Iglesia de México DF, la conocida como Virgen de Guadalupe. Por ello tenía derecho a obrar milagros a su antojo. Por ello entró en las emisiones de televisión en directo.
“No hablo en nombre de un Dios que no existe, hablo desde la muerte, donde ya no hay pretensiones, desde la verdad para denunciar el engaño. Aquí desaparece el apetito carnal y con ello su utilización. La música llega al más allá por su belleza, pero ningún meneo lascivo con disfrute imperial será tolerado. Aquí tenéis la lista de los agentes de la CÍA infiltrados en el regatón”.
Nadie de la prensa pudo ocultar el escándalo del nuevo Wikileaks del Taxi.
Fontanet visitó el Circo Metropolitano de New York donde residía Splendini. Al mago de Brooklyn le sorprendió que tal como ocurrió cuando descubrió al asesino de la baraja se hubiera descompensado la máquina desmaterializadora. Él la fabricó y era el responsable de habérsela vendido al Mago con más porvenir en Europa. En cuanto a lo de volver a la vida a Albert Álvarez sólo era posible hacerlo en porciones y luego juntarlo mediante cirugía. La máquina no tenía más que 8000 CV, insuficiente para un cuerpo adulto, pero en tres viajes era posible y aconsejable. Ivana lloró de alegría, esperanzada. Sólo Splendini era capaz de ese milagro.
Mucho se especuló sobre los hechos aquí relatados y que no son más que el prólogo del libro que van a leer de Albert Álvarez. En primer lugar se cuestiona la mera existencia de Splendini, y es que el mago neoyorquino murió en accidente de tránsito en Bournemouth el 16 de agosto de 1998. Es cierto, pero eso es algo que el Mago había previsto, por lo tanto tenía un cuerpo de sustitución congelado debajo del baúl para sustituirlo a conveniencia en caso necesario.
Activarlo era fácil con su desmaterializador, ya que actúa tanto negativamente como positivamente tanto hacia adelante en el tiempo como en sentido reverso. Habrá quien se pregunte si este hombre podía tener dos cuerpos. Evidentemente no, pero si adelantaba o atrasaba la desmaterialización se provocaba la posibilidad de tener dos cuerpos danzando a diferentes niveles en el tiempo, como ya demostró Albert Einstein con su estudios de 1907 que a la postre cambiarían la física moderna.
En eso se basó Splendini para volver entre los vivos y para resucitar a Albert Álvarez. Por supuesto que necesitó la colaboración de su mejor alumno, que no podía ser otro que el Mago Fontanet, el cual era un experto en la Teoría de la Relatividad. Y es que sin Jorge Rubiales Fontanet y su conocimiento tanto de Física cómo de magia no habría habido resurrección ni de su mentor Splendini ni del activista Álvarez.
Por ello deben leer más allá de este prólogo, para que el mismo Albert se lo aclare.