Sánchez de Agustín en el Olimpia de París

Sánchez de Agustín en el Olimpia de París

By Jacques Brel

Ayer se llenó el Olimpia para ver a un artista singular. Lejos de las modas de los oropeles de la fama inmediata. Al igual que Rodríguez languidecía de albañil en Detroit mientras era un ídolo reverenciado en Sudáfrica, Sánchez de Agustín hacía de taxista en Madrid al igual que Frank Kafka hiciera de funcionario en Praga o Albert Einstein se muriera de aburrimiento en su oficina de Zúrich mientras su pensamiento se relajara con la Teoría de la Relatividad matando el tiempo de excesivo relajo.

No es que Sánchez de Agustín pretenda emular el canto del Fary y sus presuntos devaneos con Ava Gardner. Lejos de ello, dada la humildad que le es inherente por genes y vivencias en el taxi madrileño, su afán es comunicar ese canto a lo humano que es el eje central de su actuación.

“Supongo que mi música es mi experiencia de tantos años pegado a un volante. Si un negro en Harlem saca todas sus frustraciones y las convierte en un blues asombroso, un taxista es el primero en sentirlo como propio. En estos tiempos dónde vienen a señorearnos el trabajo multinacionales estadounidenses o alemanas mientras una España gregaria traga con todo, es cuando desde el dolor y la pena mi arte cobra sentido”.

“Sentía que le debía algo a aquel Peret que interpretaba a un taxista en aquella película de los 60. Por ello mi coro está compuesto por tres de sus nietas que le dan ese sabor gitano que tanto aporta a mi sonido que tanto debe a la rumba catalana creada en la Ronda Sant Antoni de Barcelona. Esa rumba catalana y el flamenco del barrio de Triana son mis grandes influencias”.

Entre el público deambulan taxistas franceses conscientes de lo duro que se lo ha puesto Macron apoyando a Uber gracias a un buen fajo de billetes. El presidente francés, conocido por visitar Marruecos con su madre y volver sin ella pero con dos cabras, no quiso asistir al concierto por el gran compromiso del cantautor del taxi.

“Macron aún sigue, no siempre Francia es un ejemplo. Aunque Feijóo sí que ha echado de menos los votos del taxi que Isabel Díaz Ayuso ha despreciado con sus medidas para amiguetes. El PP nunca conseguirá mayoría negando los derechos de los compañeros del taxi. Ahí está la oscura maniobra de multar a los que más han luchado contra la invasión de Uber y Free Now. Huele a podrido la sanción a Élite”.

Mientras volvía a la cápsula que me mantenía en estado de semimuerte en el Tanatorio de Zúrich, Sánchez de Agustín recogía las dos guitarras que había utilizado en un concierto inolvidable. Tres de sus músicos juntaban todo el material y las coristas iban ya empaquetando los últimos trastos.

Ya no era Jacques Brel. Los tiempos habían cambiado para peor. No tenía sentido seguir semimuerto viendo el espectáculo del presidente Macron apoyando el robo descarado a los taxistas como quien desvalija el bote del lisiado y ciego de la esquina de la colina de Montmartre. Qué sentido tenía mi inmortalidad en este estercolero.

Vendí mi aparcamiento donde se conectaban mi restos de cerebro a una pantalla semicírcular. Sólo notaba un terrible frío. Los empleados trasladaron ese pequeño resto ahora inerte a una caja de madera de unos escasos centímetros. Y es que los franceses hemos renunciado a luchar y estamos muertos ante la invasión Uber, esa economía gig de índole tercermundista.

Que tiemble Macron cuando lo apoye Isabel Díaz Ayuso.