Picmi to the moon, dubidubidu

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Cuando el cliente busca ganar tiempo, ahorrarse dinero y acercarse a su percepción ideal de disfrute de un servicio público esencial cotidiano cómo un taxi espera cumpla los requisitos a los que la propaganda estimulante lo ha acostumbrado.

Esa falacia dialéctica que a través del continuado marketing ha subyugado a los aferrados a los más modernos móviles se confronta en Barcelona a una realidad que mejora desde la administración pública todo lo anterior en cuánto a apps de transporte de viajeros en la zona metropolitana.

Los taxistas reclamaron en manifestaciones que fuera el cliente y no cualquier marca de app el héroe y protagonista en un servicio público esencial de calidad con precios controlados desde la administración, no sujetas a veleidades logarítmicas de oscuros intereses siempre ocultos al ciudadano excesivamente confiado.

Así nació la lucha de los taxistas del área metropolitana de Barcelona. Con el inconmensurable Aguilar partiéndose el pecho. Con los compañeros de ATC y STAC manteniendo la línea en las trincheras y con las manifestaciones continúas de Élite y Taxi Project en las que se vislumbraba en el imaginario a Albert a lomos de Siete Leguas, el caballo que Villa más estimaba, dirigiendo a los compañeros revolucionarios a la sede del Parlament dónde el nostre Honorable President lo recibía, estando sin duda a la altura de los acontecimientos.

Y el mensaje del taxi es sencillo y fácilmente asimilable. El cliente lo tendrá claro y nunca más estará dentro de una botella intentando descifrar la etiqueta. Barcelona dispondrá de la más amplia flota al servicio inmediato, al mejor precio y tributando en España para construir escuelas y hospitales.

Los taxis han ganado duramente una credibilidad gracias a su esfuerzo continuado durante tantos y la clientela tendrá lo que necesita del modo que más quiera: A mano alzada, en parada o en app, también por teléfono. Llega el Pick me Picmi.

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