El nuevo infierno de Uber, Free Now y Bolt
«Uber se transformó en la más grande de las empresas unicornio (Start ups valoradas en más de mil millones) y Kalanich se volvió inclemente carente de empatía y desafiador de cualquier regla o regulación. La cultura de los brogrammers, universo de programadores varones e ingenieros convertidos en empresarios.
Uber es líder de la gig economy, que es aquella que depende de la contratación de empleados independientes para trabajos a corto plazo y hace un maridaje de su tecnología y la labor y los recursos ajenos, como los automóviles. Así se evitan las costosas prestaciones de los empleados.
Hay una nueva clase de trabajador: El que ya está fuera de toda clasificación porque ve imposible acceder al trabajo. Es el lumpen proletariado al que destina Uber su esfuerzo por explotar bajo sus tretas trileras. Expulsados al margen de la carretera de la desolación que ilumina el trabajo marginal que ni siquiera te da la oportunidad de ser un trabajador al uso, un currante del montón.
Empresas que influyen en los gobiernos. Cantidades infames movidas en Wall Street apoyando la destrucción de los taxistas para poner a los suyos.
La guerra más baja jamás imaginada, como robar al ciego de la esquina porque te quedaste sin trabajo. Si en Camelot era un honor luchar por tu país nombrado caballero, en San Francisco inventan enfrentar al más marginado con su auto contra el socorrido taxista.
Cualquier persona con complejo de ser ninguneada por raza o condición subía al taxi luciendo superioridad. Uber nos asegura que tiene algo aún peor:
«Los nuestros ni tienen contrato de trabajo ni seguro ni vinculación alguna a la dignidad de un trabajador. Y además le quitamos lo poco que tienen a otros parias: su trabajo. Y moveremos cielo y tierra para conseguirlo».
La cumbre del neoliberalismo: Robar al cieguecito de la esquina. Darle un manotazo al bote de las monedas y salir corriendo. Apoyado por Wall Street, Bancos, Gobiernos y cualquiera que haya que anexionar a la causa de los «nuevos tiempos».
Y es que además hay prisa. A Julio César le costó años llegar a la orilla del Rubicón. Se tuvo que currar su prestigio. Luchó junto a sus legiones como uno más.
Uber saca una app por cuatro duros y con automóviles ajenos y trabajadores sin vinculación ni gasto alguno y le quita el trabajo al currante más ninguneado, incluso por los descamisados desclasados o cualquier acomplejado por su mísera vida por motivos variados.
¿Dónde están los pozos de petróleo que nos mostraban al rico exultante recién empuercado tras el primer manar de oro negro?
A las nuevas generaciones de señoritos ricachones les va lo más tirado. Pero robar al «cieguecito taxista» es el colmo del malvado.
Uber profundiza en lo más bajo del espíritu humano. El infierno que nos retrató Dante carecía de los matices que nos aportan las apps. Tan sólo era literatura.
Esto es el terror.
El nuevo infierno de Uber, Free Now y Bolt