El Fake Shangri-la de Cabify, Uber, Free Now y Bolt
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Quizás deberíamos expandir nuestro horizonte en cuánto a la visión que tenemos de ciertas empresas. Qué aportan realmente al interés común y qué extraen a cambio.
Entre Facebook, Airbnb, Google, Apple, Cabify y Uber mueven 3,5 billones de dólares o lo que equivale a 3 veces el PIB español. Son compañías que ajustan las distorsiones del mercado y gracias a las nuevas tecnologías y su influencia sacan provecho instantáneo en una nueva visión del sistema capitalista.
Son modelos empresariales oligopisticos que secuestran la administración regulando a su conveniencia, tienen a su favor el desconocimiento de los legisladores y su miedo a no «estar al día» para regular al dictado del más poderoso (algunos casos demostrados en tribunales «el más generoso»).
El referente común es la extracción de nuestra propia experiencia para un posterior aprovechamiento comercial. Una actuación parasitaria extractiva nunca antes permitida que genera un cambio de conducta en los deseos de consumo, pero aún más importante, en la dejadez de derechos al permitir el rastreo nunca remotamente permitido de nuestra intimidad.
Una nueva mutación del capitalismo cada vez más peligrosa por su total falta de escrúpulos. Están atentando contra la inviolabilidad del domicilio, el respeto a la mínima libertad básica de la libertad de expresión.
Hoy no podríamos enrojecer a Nixon por el Watergate. Aquello ya quedó obsoleto. Las nuevas tecnologías son las cintas de grabación colocadas en el Partido Demócrata, pero en casa de cualquiera. Equivalen a 6 espías y además con nuestro consentimiento y estamos dando permiso a que nos moldeen para satisfacer sus intereses. Una inteligencia artificial con una gran ubicuidad de dispositivos inteligentes conectados a Internet.
Es una dinámica de modificación de nuestra conducta. Nuestra realidad material prácticamente ya ha sido erradicada por ésta realidad virtual. Lo primordial de nuestra vida se transfiere al ámbito representacional. La creciente precariedad laboral se sustituye a través de una exuberancia simbólica. Paliamos la miseria económica con una compensación también simbólica.
Vivimos una especie de callada desesperación por la impotencia al no dirigir nuestras vidas y el que nos tiene secuestrados tiene la ley de su lado. Porque el mando político no controla la naturaleza bastarda de estas innovaciones.
Para crear estos nuevos nichos de mercado y competir y sobrevivir es menester para empresas involucradas en la nueva visión del sistema capitalista que inventen métodos más allá de lo anteriormente conocido.
Ahí tenemos al sector del taxi que sobrevive a duras penas.
Los nuevos modelos representados por Uber, Free Now, Bolt y Cabify no logran ganancias ni recurriendo a la máxima explotación de trabajadores ni al coche más barato. Simplemente buscan la desaparición del taxi para asumir el control total.
Un sistema que rechaza la experiencia humana en beneficio de la empresa espía. La que se autoautoriza para extraer nuestros datos y nuestro pensamiento y cualquier humanidad. Quizás una comunidad de intereses entre empresas involucradas y también la misma administración pública que se rinde sistemáticamente a los intereses de control del ciudadano.