Almas muertas que sentencian al taxi
Sospecho que nos han sugestionado para sentirnos felices ya que jamás hubo un Apocalipsis más amable en un tiempo muy ducho en defender derechos humanos en el papel o en reuniones, pero no en la vida cotidiana.
Uber intenta monopolizar la opinión y perseguir a sus detractores. Adiós a la pluralidad democrática. La Nueva Edad Media no prevé soluciones sensatas a los conflictos que provoca. El camino está marcado y no permite ovejas negras respondonas.
El modelo VTC está doblegando el poder político en Madrid con los trabajadores sin derechos y la intrusión en sectores ya de por sí empobrecidos. El exceso de VTCs en sus calles impide el progreso dentro de los límites ecológicos del mundo natural que habitamos.
Pero la perspectiva es fagocitar también otros ámbitos. Ya hay millones de pobres. El capital también reparte la pobreza. En EEUU enferman 20 millones de personas anuales por la mala calidad del agua en sus sucias cañerías. 61% al Pentágono. 5% a Sanidad, el modelo invasor VTC que convence al «sociopath next door», ese ciudadano ejemplar que recoge los excrementos del perro cuando lo miran, aunque carece de principios morales cuando va de Mister Hyde.
El pseudo-conocimiento carente de sentido entraña unos resultados grotescos y trágicos. Yerra en sus objetivos. Se conoce un conflicto entre VTC recién llegadas y taxistas arrollados en sus trabajos, en sus humildes inversiones.
Para la comprensión necesitamos ver las calles llenas de accidentes por nuevos conductores mal pagados sin experiencia y la ruina de los taxistas que entraron con otras normas, burladas por oligopolios y administración. Esa comprensión incluye visualizar la entrada y salida de capitales y su tributación.
La semilla que produjo la llegada de innumerables autorizaciones de VTC conlleva la incomprensión de los motivos. Vamos de confusión en confusión. ¿Cómo se pudieron generar esas autorizaciones? Lo absurdo se oculta. Ideal para el público carente de discernimiento, el que toma el exceso cómo prueba y elimina la conciencia de su referente emocional.
Esperemos que las mentes claras se guarden de perder el tiempo y estropeen sus cerebros con una sociopatía que prevalezca sobre sus conciencias.
Los que envidian lo ajeno pretenden construir una fortaleza infranqueable. Miran burlonamente a los taxistas desde su atalaya. El instrumento punitivo jurídico se ha convertido en su arma para moldear. Se atreven a denunciar a la asociación Élite por defender lo incuestionable: El arroyo de los derechos de los taxistas, la total impunidad de los métodos de las nuevos VTC.
Donde antes sobraban taxis por falta de trabajo ahora está pleno de coches negros cómo en Calcuta con sus ciclistas esclavos.
Las «castas» ya están en España. Vinieron de la mano de la economía opaca. La que vacía la caja común que hizo de España un país más equitativo y más libre. Ahora, «no more society». La asociedad nos invade. Satán, riendo, despliega sus alas.
Almas muertas que sentencian al taxi