“Si la información es contar lo que pasa, lo que hacen Prisa, Vocento, Unidad Editorial o Atresmedia es ‘contrainformación’”

“Si la información es contar lo que pasa, lo que hacen Prisa, Vocento, Unidad Editorial o Atresmedia es ‘contrainformación’”

En una terraza de un bar de Madrid Río me recibió Alberto San Juan, actor, director y dramaturgo, para compartir un rato hablando sobre cómo ha afectado el coronavirus a la Cultura, y sobre actualidad política.

En septiembre vuelve al Teatro del Barrio con Federico García Lorca, ‘Un poeta en Nueva York’.

En nuestra conversación pude conocer mejor a un Alberto preocupado por la crisis que estamos viviendo, pero al mismo tiempo esperanzado en que la sociedad unida saldrá adelante.

La cultura y el capitalismo

¿Cómo estás viviendo el apagón cultural –salvo contadas excepciones– debido a la crisis sanitaria por el coronavirus que nos está tocando vivir?

Llevaba algo más de cuatro meses sin trabajar hasta el bolo en Almagro hace unos días. Cuatro largos meses donde no he trabajado nada y evidentemente no he ingresado nada. Tengo la suerte de que la persona con la que convivo teletrabajaba, y además acababa de cobrar de una película. He hecho poco cine estos últimos años, pero justo acababa de terminar este proyecto, y eso me ha permitido estar tranquilo y poder evitar pedir ayudas.

Como las ayudas son siempre insuficientes, es lógico que deben pedirlas quienes más las necesiten. El hecho es que me cuesta pensar en términos del sector cultural, porque es una catástrofe global, entonces me cuestan las reivindicaciones sectoriales… Las de la sanidad y la educación no me cuestan nada, pero las culturales, que es el sector donde trabajo y del cual yo vivo, siempre me han costado más.

Evidentemente, los teatros han cerrado. El Teatro del Barrio, en cuya fundación yo participé y en cuya cooperativa sigo siendo socio, está en cuestión su supervivencia por estos cuatro meses de parón. Y como el Teatro del Barrio, tantos otros proyectos culturales, salas, compañías, productoras…

En lo personal, lo he vivido como te comentaba: cuatro meses sin cobrar un duro. Ahora empiezo a trabajar y a reincorporarme poco a poco, pero afortunadamente materialmente en lo personal bien. No he sufrido en mi entorno íntimo ningún caso grave, con lo cual, bien.

Pero como persona que vive en esta comunidad humana, muy preocupado, muy angustiado por la situación actual y el futuro que evidencia esta situación. Los trazos de ese futuro eran previos a la pandemia, lo que ha hecho esta crisis sanitaria es extremar esos peligros.

De hecho, volviste a los escenarios hace poco, en el Festival de Almagro, con un recital del Siglo de Oro, ‘Polvo enamorado’. ¿Cómo definirías la literatura de aquella época?

Decimos Siglo de Oro en singular, pero la verdad es que fueron dos: el XVI y XVII. El arte y la creación artística en el territorio español alcanzó una potencia bestial, difícil de entender cómo fue posible esa producción literaria, arquitectónica, pictórica, porque precisamente la sociedad en la que surge esto es una sociedad del proyecto nacional católico, de los Reyes Católicos, basada en la intolerancia y en la obediencia a la norma, a una norma estrecha y autoritaria.

Sólo se podía creer, pensar, hablar, cantar, vestir, comer, de una manera: a la manera del cristiano viejo.

Porque se prohíben las maneras del judío, musulmán, gitano… y de todo aquel que no fuera cristiano viejo. Ahí ya comienza a establecerse una diferencia entre el español de verdad y el que no es de verdad, y que es un peligro para la España auténtica…

Esto es un problema que hoy vivimos, estas divisiones. Sin embargo, de esa intolerancia, de esa persecución y represión al distinto y a la distinta, en ese contexto surge la literatura del Siglo de Oro.

Por un lado, es cierto que el territorio español, y utilizo este concepto porque no existía el Estado español entonces, de pronto a partir de la conquista de América y de la herencia de gran parte de Europa, de pronto entra en una dimensión el poder hispánico enorme… alcanza una intensidad la historia española en ese momento, eso no significa que no siguiera siendo una sociedad desigual y azotada por la miseria, pero es verdad que juega un papel en la política internacional la monarquía española, el pre Estado español, enorme. Por otra parte, entiendo que esas culturas diversas que formaban la riqueza cultural de la Península Ibérica, por muy reprimidas que estuvieran, no dejaban de existir, y latían por detrás de la literatura del Siglo de Oro.

Por ejemplo, Santa Teresa de Jesús, Góngora, Cervantes… tenían sangre judía. Había un montón de conversos, y en su propia historia había una mezcla cultural y riqueza y esas contradicciones.

Luego había nacionalistas españoles tremendos y orgullosísimos de ser cristianos viejos, como Quevedo, pero todo eso estaba ahí. Hay dos etapas diferentes: el siglo XVI, el Renacimiento, donde cabe mucho más la disidencia y la crítica en la literatura, y el XVII, el Barroco, donde la literatura es mucho más funcional al poder y más propagandística.

Este acercamiento al Siglo de Oro por mi parte es por un lado por la atracción irresistible como intérprete de la palabra del Siglo de Oro, tanto prosa, novela, como teatral. La atracción por ese lenguaje, y también por el contexto político e histórico. Y me interesa mucho saber cómo se ha construido la idea de España, porque lamentablemente nos afecta hoy.

Cuando a mí no me parece lo importante, y no estoy dispuesto a tener una discusión con nadie por una bandera, por un himno…, porque eso no contribuye a pagar el alquiler, ni a tener una sanidad en condiciones, ni una educación de calidad.

En mi trabajo, necesito encontrar esas complicidades con miembros de mi comunidad, nuestra comunidad humana, al margen de lo que cada uno piense o vote.

No quiero separarme, por ejemplo, del votante de Vox, sino acercarme a él y encontrar nuestro territorio común, porque nuestras necesidades son comunes, y creo que la gran mayoría de la gente tiene muy buena voluntad y cree en la justicia social y en la dignidad humana, y que el hecho de ser humano y de existir es suficiente para que se respete. Todas estas inquietudes me han llevado a investigar el Siglo de Oro.

“Llega el oro en ríos de todas las partes de la tierra y la muerte llega con él. En ningún sitio del mundo se siente como allí la ausencia total del espíritu”, decía Lorca, al que le hiciste un bonito tributo hace algo más de un año. ¿Está en crisis el capitalismo?

Sigo haciendo el espectáculo de Lorca, es una conferencia recital que dio en el año 31, donde contó su viaje a Nueva York, su encuentro con el capitalismo es más descarnado, y fue testigo directo de la crisis del 29 y presentó su poemario.

Este espectáculo lo presentaré a la vuelta en septiembre con la reapertura del Teatro del Barrio.

El capitalismo en sí es una tragedia, porque es un sistema que organiza la sociedad subordinando la vida a la muerte. Subordina la vida animal, la vida de cualquier ser vivo, la vida del planeta, a algo que no está vivo, que es el beneficio económico, que no es más que un invento que se hizo para intentar organizarse y vivir con mayor facilidad.

De vez en cuando, la crisis que por naturaleza es el capitalismo tiene periodos en los que revienta.

Pero siempre es una crisis, porque siempre genera un desequilibrio enorme que conlleva un dolor imposible de medir, un sufrimiento, una muerte. Tuvo una crisis enorme en el 29, otra más pequeña en los 70 y está en crisis desde 2008 otra vez.

Son los momentos en que la crisis que es en sí el capitalismo se desboca y no hay manera de disfrazarlo.

Cada crisis plantea un panorama muy delicado. La primera crisis llevó a una guerra mundial, la segunda crisis inauguró la etapa del neoliberalismo, dando sus primeros pasos en las dictaduras latinoamericanas…

“Este sistema, a través del cual nos organizamos y al cual sometemos nuestras vidas, no es compatible con la continuidad de la especie humana”

¿Dónde nos llevará esta crisis?

Esta crisis no sabemos dónde nos llevará, pero hay un elemento nuevo: está en juego la superviviencia humana por el deterioro de las condiciones medioambientales y del ecosistema, cosa que no habíamos conocido hasta ahora.

No hace falta aplicar doctrinas ideológicas, con escuchar el consenso científico es suficiente: este sistema, a través del cual nos organizamos y al cual sometemos nuestras vidas, no es compatible con la continuidad de la especie humana.

La monarquía y el neoliberalismo

Hoy los negocios y la supuesta corrupción de la monarquía está protagonizando uno de los mayores escándalos de nuestra democracia. De las famosas comisiones hablaste en tu obra ‘El Rey’. ¿Se va a juzgar a Juan Carlos I?

Difícilmente. Es la cúspide de un sistema atravesado por la corrupción que incluye a las principales estructuras de poder vigentes. Como dijo Pujol, cuidado con menear demasiado una rama, porque puede caer todo el árbol.

También lo dijo Guerra cuando Filesa. Pero es que vivimos en un sistema que no se llama democracia sino capitalismo, y que consiste en la apropiación del máximo beneficio económico por cualquier medio.

Todo entra dentro de nuestra normalidad (la vieja y la nueva).

La Transición tuvo entre otros objetivos la legitimación de Juan Carlos como rey. Recordemos aquel juramento a los principios fundamentales del Movimiento, que hizo en 1969 como sucesor de Franco, que también mencionaste en tu obra ‘El Rey’. ¿Se hizo algo mal en aquel momento?

Se hicieron muchas cosas mal. Por hablar de cosas concretas: el hecho de que el rey fuera heredero de Franco y los vínculos empresariales con el franquismo. Sobre esto, todos los principales bancos –el Banco Bilbao Vizcaya, el Banesto, que hoy forma parte del Santander…– en la década de los cuarenta –la de mayor hambre y miseria de nuestra historia contemporánea– multiplicaron sus beneficios me parece que fue por siete.

Quiero decir: vale, todo eso habría que enfrentarlo, creo yo. La responsabilidad de las empresas que formaron su capital, en parte, por su vínculo con ciertos sectores del franquismo. La necesidad de anular todos los juicios del franquismo, sentencias, etcétera, y los bienes robados, todo eso entiendo que sea más difícil.

Ahora mismo, hay urgencias que impiden emprender esas batallas. Pero exhumar a las víctimas, terminar con las fosas comunes en España… Si este Gobierno deja pasar eso, pues en fin…, porque eso nadie se lo puede discutir. Nadie. No se puede llamar ‘guerracivilista’ a nadie por devolver restos de un familiar a sus nietos. Y me preguntabas si en la Transición algo se hizo mal.

Bien, pues eso se hizo mal, desde luego. Y se hizo mal algo que tiene cierto eco en el proceso de estos últimos diez años, y es el movimiento político de tipo asambleario, no necesariamente vinculado o subordinado a un partido, sino el que tenía lugar en el ámbito laboral, en las fábricas, en los barrios a través de los vecinos o en la universidad, donde se desarrollaba el antifranquismo.

En vez de promover, digamos, ese ámbito, a partir de cierto momento esa forma de organización política es sustituida por los partidos, por las ejecutivas de los partidos.

Yo creo que eso es una grave equivocación desde el punto de vista de la emancipación colectiva, desde la concepción de construir una sociedad jerárquica autoritaria es un punto de vista estupendo. Aceptar una política de ajustes y de “apretarse el cinturón” por la base social para salir de la crisis de los setenta, similar a la que vimos aquí después de 2008, subordinar los derechos de los trabajadores a los intereses del capital, entrar en Europa acríticamente sin dar la batalla por una Europa más social… Hay muchos terrenos, al menos, de debate.

Y es curioso, porque muchas veces he tenido conversaciones con persona que entones eran muy activas políticamente, que hoy tienen más de 70 años, y siempre hay un reproche de autodefensa: “Tú no estabas ahí, bastante que hicimos lo que pudimos”. Que me parece muy bien y, por supuesto, mucha gente, como por ejemplo Marcelino Camacho, una persona que es referente de honestidad y compromiso con la lucha y la causa de la emancipación colectiva…

Sin embargo, Comisiones Obreras pasó por el aro en gran medida también cuando se institucionalizó en la órbita del PCE. Evidentemente, yo no le haría ninguna crítica. Lo malo es hacer lo que se puede y luego no seguir avanzando. Podría haber sido el principio del plan por parte de la izquierda, pero no, ahí se quedó por parte de la izquierda institucional. Uno de los principales daños que el PSOE ha hecho, desde mi punto de vista, es el proceso de despolitización consciente que lleva a cabo desde el poder.

En el PSOE se suele criticar mucho la corrupción –su ‘caja B’, su Filesa, comparable a la del PP, aunque siempre el PP un poco más, y los GAL– y algo menos la política económica al servicio de los grandes capitales, pero se habla poco de la despolitización, ese ‘neutralizar’ la política. La sociedad española de los años setenta estaba enormemente politizada, o por lo menos había amplios sectores –a pesar de 40 años de dictadura de ‘mayoría silenciosa’– con conciencia política.

Y yo creo que el PSOE en el año 82 empieza a neutralizar todo eso. También en el campo cultural: apartando a las voces más críticas y construyendo una cultura de “mira, tú preocúpate de tus asuntos, vamos a hacer un país donde puedes hacerte rico, entonces cómprate un piso, compra acciones, participa de la especulación financiera”, es decir el capitalismo popular: “Tú puedes ser uno de los nuestros”.

Eso es fruto del neoliberalismo, ¿verdad?

Bueno, sí. Hay un giro de las socialdemocracias europeas.

En vez de confrontar contra el neoliberalismo, se adaptan. Y se adaptan tanto que acaban siendo neoliberales. Y se les llama, de hecho, ‘social-liberales’. Entonces están en esa contradicción donde, cuando ha gobernado el PSOE, por ejemplo, Zapatero, han impulsado la Ley de Matrimonio Homosexual, la Ley de Dependencia, sacar las tropas de Iraq…, pero también han seguido desarrollando mecanismos para que los grandes capitales puedan pagar menos impuestos, meter a las tropas en Afganistán y, finalmente, ceder a los recortes, que ahora nos vamos a ver en una tesitura muy parecida. Y él lo cuenta en el libro ‘El Dilema’.

Dice: “Tuve que comerme mis principios y mi ideología, y aceptar los ajustes que me imponían desde Bruselas”, porque la alternativa era, aunque él no lo dice con estas palabras, el terrorismo económico, o sea, la amenaza de Europa de que nos hundimos. Pero yo creo que su obligación como demócrata era salir en mayo de 2010 no a decir “vamos a recortar esto” sino “me han dicho desde Bruselas esto, vamos a recortar o la situación va a ser aún peor, ¿qué hacemos?”. Un presidente no puede tomar esa decisión.

“Yo creo que un efecto altamente positivo del 15M es una ‘repolitización’ de la sociedad”

Mira lo que ocurrió en Grecia…

En Grecia, aún peor, porque lo pregunta, la gente le dice lo que quiere y luego hace lo contrario. Eso es ya directamente un secuestro de la democracia en el que Tsipras no debería haber participado, porque el daño que hizo fue tremendo.

Que yo no digo que sea fácil y, claro, yo no estoy en la piel de Tsipras en ese momento, pero vete. ¿Que no puedes hacer otra cosa? Vete, pero no hagas lo contrario que has dicho que ibas a hacer, con lo cual no te deslegitimas tú, deslegitimas esa lucha, ese discurso, el daño que haces es incalculable. Y bueno, yo creo que un efecto altamente positivo del 15M es una ‘repolitización’ de la sociedad.

Yo creo que esa amplia conciencia crítica sigue existiendo, lo que pasa es que ha decaído mucho el estado de ánimo, se ha recrudecido mucho el ataque y se han cometido errores también en el campo de la lucha por la emancipación, y hablo concretamente de Podemos.

El periodismo y la ultraderecha

¿Y al periodismo le ha faltado su 15M?

Bueno, lo ha tenido. Pero, claro, su radio de acción es marginal frente al ‘periodismo del 78’, frente al periodismo del sistema, que son todos los grandes medios de comunicación. A partir del 15M, otra consecuencia de la politización es que aparece una organización, la gente se organiza en teatros, en asociaciones culturales, en medios de información, en cooperativas de consumo y de alimentación, energéticas…

Es decir, empieza a construirse otra sociedad. Lo que pasa es que ‘la otra sociedad’ sigue teniendo el dinero, sigue teniendo la política, sigue teniendo el monopolio de la violencia, etcétera. Que no es que yo quiera responder con violencia a esa violencia, pero la violencia que puedan ejercer la policía, los jueces, las cárceles, etcétera, pues tiene difícil respuesta, difícil resistencia.

Pero en fin, en los medios de comunicación, ahí está vuestro diario LA ÚLTIMA HORA, está ‘El Salto’, ‘La Marea’, ‘CTXT’, está ‘eldiario.es’, está ‘Público’, ‘Infolibre’… Hay un montón de medios que ya quisiéramos esas líneas editoriales en medios con la capacidad de difusión de PRISA o Vocento o Atresmedia.

Yo creo que ha habido un 15M. Es el impacto, que lo ha tenido en todos los aspectos de la sociedad. Por ejemplo, en la literatura crítica: los ensayos políticos que se han publicado en los últimos diez años han aparecido, se han hecho visibles y audibles muchas voces que no eran las del sistema.

Y hay que ver cómo se cabrean, por ejemplo, los intelectuales que formaban parte de lo establecido. Cómo se cabrean de tener que compartir espacio.

De la pluralidad

Sí. Y se ha hecho tan conservador… El sistema ha envejecido tan mal…

Nos encontramos hoy ante el primer Gobierno de izquierdas de nuestra historia reciente. ¿Qué valoración haces de las medidas puestas en marcha estos meses y que han culminado esta semana con la firma del acuerdo para la reconstrucción europea?

Pues, mira, dos cosas: una, durante la pandemia, di gracias por que, al menos, estuviera este Gobierno, que al menos, hubiera unos ministros que venían del bando de la lucha por la emancipación, pero a la vez no puedo decir que sea un gobierno de izquierdas. Aparte de que finalmente me he convencido de que no me da la gana entrar en el debate de izquierdas-derechas porque me parece que lo único que hace es confundir, prefiero hablar de opresión-emancipación, prefiero hablar de condiciones laborales, de salarios, de servicios públicos.

Y prefiero hablar de democracia radical y del derecho a la participación política. No solo al derecho a unos servicios públicos y a una educación y sanidad suficientes, sino al derecho a decidir, o sea, participar, crear canales hacia una nueva institucionalidad que permita la participación política real. Votar cada cuatro años, todos lo sabemos, no es participación política real.

Es contribuir al juego que representa la democracia, cada vez peor, cada vez más mal actuada porque piensas que, bueno, ya puestos, mejor que estén unos que otros. Pero este sistema injusto en el que la vida está subordinada a la muerte, en el caso español, lo ha construido el PSOE tanto como el PP.

Recuerdo una entrevista que le hizo Pablo Iglesias a Gabilondo, al cual admiro mucho, donde Pablo cuestionaba el papel del PSOE y hacía alguna pregunta crítica, y Gabilondo se defendía diciendo: “Por favor, no hay que olvidar que el PSOE consolida la educación y la sanidad pública, universal y de calidad”.

Por supuesto, a partir de mediados de los ochenta. Pero es que a finales de los ochenta está encargando el informe Abril Martorell sobre cómo introducir la empresa privada en la sanidad pública. La privatización: el PSOE es el primero que empieza a plantearse la privatización de los servicios públicos, donde la entrada de la empresa privada se inicia con un acuerdo PP/PSOE en el año 93. Y nunca ha alcanzado el Estado del Bienestar español la media europea, siempre ha estado por detrás. Entonces, no es para tirar cohetes.

El PSOE siempre ha sido un partido absolutamente funcional a un sistema que está al servicio de los capitales, y ha conseguido mantener, desde principios de los 80 hasta 2008, la apariencia de ser una democracia próspera y estable.

Y ni era próspera, ni era estable, ni era democrática. El PSOE siempre me ha parecido el principal obstáculo para la radical transformación necesaria, porque ocupaba, así como ‘El País’ ocupaba el espacio del pensamiento progresista dominante, el espacio político progresista dominante.

Es por eso que no lo considero un Gobierno de izquierdas. Más progresista o más sensible socialmente de lo que sería un Gobierno de las llamadas derechas… Son neoliberales todos, Unidas Podemos no lo creo, no lo son, pero el PSOE, Ciudadanos y el PP, sí. Incluso Vox, son ultraneoliberales.

La diferencia está en otras cuestiones respecto a mayor sensibilidad social. Me alegra que en este Gobierno exista la intención de establecer ayudas sociales, aunque todos sabemos que son insuficientes.

Pero sabemos hacia dónde están tirando los ministros de Unidas Podemos, y sabemos que ellos pelearon por aprobar un impuesto a las grandes fortunas, por ejemplo.

El otro día leía un titular de Alberto Rodríguez, que me gustó, respecto a Unidas Podemos: “No estamos haciendo lo que creemos que más conviene a la organización en absoluto, estamos haciendo lo que más conviene a la mayoría social”, y sí, pues por ahí estoy de acuerdo.

Yo soy absolutamente crítico con este Gobierno. Comparto los fines que se enuncian, pero no comparto en absoluto cómo se construyó.

No me considero especialmente inteligente ni informado, son impresiones, no son juicios. Creo que a estas alturas es fundamental crear nuevas instituciones, nuevas formas de organizarse políticamente y aceptar que no pueden ser contradictorios los medios y los fines.

Centrémonos, sobre todo, en los medios. No hablo de purezas ideológicas, sí de hablar con todo el mundo. Mi voluntad cívica, como ciudadano, es establecer alianzas con personas al margen de lo que voten.

“Lo malo de la conquistas sociales es que nada te garantiza que vayan a durar”

Has hablado de un ambiente en el que la ultraderecha, o Vox, amenaza y cuestiona algunos principios básicos de nuestra democracia: la igualdad, la solidaridad, la fraternidad. ¿Peligran las grandes conquistas sociales en nuestro país?

Absolutamente. Lo malo de la conquistas sociales es que nada te garantiza que vayan a durar. Pero a la vez que se retrocede, se avanza. Y la reacción contra el feminismo, por ejemplo, es síntoma del enorme avance del movimiento. De hecho, la reacción represiva en estos años a través de judicatura, policía, etcétera, tiene que ver precisamente con la politización y el activismo social.

Cuando la sociedad no se mueve, todo es pasividad. Cuando la persuasión funciona, la represión no es necesaria. Por lo que, cuando empieza a crecer la represión, es síntoma de que la persuasión no funciona tanto. Creo que en cuestión de política económica hay una parte del PSOE que está más cerca de Vox que de Unidas Podemos, porque hay una parte del PSOE que está en el PSOE como podría estar en Ciudadanos o, incluso, en el PP.

Algunos no, pero por otras cuestiones. Gente que cree que el Ibex35 representa los intereses de España, que crean el empleo y que hay que darles las gracias a Florentino Pérez y a Amancio Ortega por su contribución a la sociedad española y que creen en la gestión privada antes que en la pública (en lo que llaman “colaboración público-privada”, que no es más que poner el dinero público para hacer el negocio privado y mercantilizar todo).

Hay mucha gente en el PSOE que piensa esto. Son gente que cree que la base de la sociedad es el poder del capital. Entonces creo que la democracia no solo está en peligro por Vox, creo que está en peligro por el PSOE también; en general, por el conjunto de la clase política profesional.

Y ya digo: prefiero que esté en el Gobierno el PSOE, con Unidas Podemos, por supuesto, aunque todavía no hayan sido capaces de derogar ni si quiera la Ley Mordaza. Yo entiendo que es un Gobierno del PSOE con la participación de Unidas Podemos, no al revés. Y la situación sería mucho más terrorífica si fuera un Gobierno de otros partidos.

Decía Allen Ginsberg que quien controla los medios de comunicación, controla la cultura. ¿Eso es así?

Pues probablemente, entendiendo la cultura como aquello que ocupa nuestro imaginario, nuestras conversaciones, nuestros debates, nuestras preocupaciones… y, por tanto, entendido como aquello que nos hace convivir de una manera o de otra.

Desde mi punto de vista, una cultura que merezca tal nombre sería aquella que facilite aprender a convivir. Para mí, que uno esté en el suelo y otro pisándole el cuello no es convivir, es dominar. Convivir es que los dos estemos de pie.

El conjunto de imágenes, pensamientos, ideas, percepciones que se generan desde los principales medios de comunicación es España en la actualidad, yo no lo llamaría cultura porque no facilita el aprendizaje de la convivencia, sino al revés, lo dificulta.

¿Cómo llamar a eso? Ocupa el espacio de la cultura y genera como una especie de “incultura”. Si la información es contar lo que pasa, lo que hacen el Grupo Prisa, el grupo Vocento, Unidad Editorial o Atresmedia es ‘contrainformación’, es ocultar la información, manipularla, tergiversarla.

La era de los bulos…

En una democracia de cierta calidad, creo que en sede parlamentaria debería haber un control donde si alguien afirma algo que no es verdad, se señale. Un político puede decir lo que le dé la gana, sea verdad o mentira, y por eso no hay debate.

Por eso, en los debates, cada uno suelta lo suyo, unos con más habilidades, con más gracias, con más o menos grado de honestidad, pero pudiendo decir una absoluta mentira sin que pase absolutamente nada. Provocando que se replique y se repita hasta la extenuación.

Y cuando sale la verdad, nadie la cuenta.

Tenía un profesor en la facultad que decía: “El problema de la verdad no es tanto que esté oculta, que también, sino que está en medio de tal montaña de medioverdades y mentiras, que no cualquiera la encuentra”. Hay que hacer tal proceso de selección en este maremágnum informativo que es imposible encontrarla.

Proyectos futuros

¿Cuál va a ser tu próximo proyecto? ¿Qué nos recomienda hacer para disfrutar de la cultura en tiempos de coronavirus?

Recomiendo, sobre todo, escuchar a quien tengas delante cuando estés en una conversación, desde la perspectiva de que la cultura sea aprender a convivir. Recomiendo hacer un esfuerzo por escuchar, hacer un esfuerzo por dejar en suspenso tus creencias, tus ideas y escuchar las del otro.

Y, por supuesto, los libros siempre están ahí, y las películas, y los teatros. Pero sobre todo, recomiendo encontrarnos y escucharnos. En cuanto a próximos proyectos, participar en la próxima reapertura del Teatro del Barrio con los espectáculos ‘Nueva York en un poeta’, de Federico García Lorca, y ‘Polvo enamorado’, del repertorio del Siglo de Oro, y a continuación hacer una película con Álex de la Iglesia, si la pandemia no lo impide por segunda vez.

E intentar seguir aprendiendo a escuchar y a ir reduciendo la ignorancia en la medida de lo posible. Y vivir con la mente abierta.

“Si la información es contar lo que pasa, lo que hacen Prisa, Vocento, Unidad Editorial o Atresmedia es ‘contrainformación’”