La compleja relación entre los adolescentes, los teléfonos y la salud mental
Muchos padres se inquietan al ver cómo sus hijos adolescentes dedican más tiempo a sus teléfonos móviles que a interactuar cara a cara. Esta preocupación ha sido ampliamente discutida en el reciente Manual de Niños y Pantallas, una obra que recoge el trabajo de casi 400 expertos en 87 capítulos, y que resume miles de estudios sobre el impacto de los medios digitales en el desarrollo juvenil.
A pesar del amplio volumen de investigaciones, el debate sobre si los teléfonos inteligentes y las redes sociales están en el centro de los problemas de salud mental en adolescentes sigue sin resolverse, y todo indica que persistirá por algún tiempo.
El crecimiento de una preocupación global
Los smartphones están transformando la vida juvenil en todo el mundo, y tanto padres, docentes, cuidadores como responsables políticos se muestran preocupados por sus posibles efectos negativos. Incluso series populares como Adolescence de Netflix han puesto el foco en los peligros del acceso a contenido dañino en línea.
La visión de que redes sociales y smartphones son la raíz del aumento en los problemas mentales en adolescentes ha sido defendida por Jonathan Haidt, autor del libro superventas La Generación Ansiosa. Según él, el abandono de una infancia con juegos y socialización en la vida real, y la adopción masiva de las pantallas, sería la causa de esta “oleada” de malestar juvenil iniciada en los años 2010. Sin embargo, otros investigadores discrepan profundamente con esa afirmación.
Adicción, distracción y algoritmos
La evidencia muestra que los teléfonos pueden ser distracciones poderosas, y muchas aplicaciones están diseñadas para retener la atención de los usuarios el mayor tiempo posible, ya que el modelo de negocio de estas empresas se basa en la atención continua a las pantallas.
Los estudios coinciden en que los problemas mentales en la adolescencia tienen múltiples causas, desde factores genéticos y familiares hasta relaciones personales. Aunque la tecnología influye, su efecto varía mucho según el entorno del joven, el tipo de contenido que consume y la plataforma que utiliza.
Un ejemplo es una revisión de 2023 que reveló vínculos entre el contenido autolesivo y conductas dañinas, aunque también se destacó que algunas personas en crisis han encontrado apoyo real en comunidades en línea.
Dificultades para medir el impacto real
Muchos estudios se basan en datos autodeclarados por los propios adolescentes, como el tiempo de uso de pantalla, lo cual no es fiable. Además, no distinguen si ese tiempo se dedica a entretenimiento o a tareas académicas.
Para mejorar la comprensión del fenómeno, los científicos necesitan datos precisos sobre lo que hacen los jóvenes en sus teléfonos, pero se enfrentan a la resistencia de las plataformas tecnológicas para compartir esta información, debido a cuestiones legales y éticas ligadas a la privacidad de menores.
Caminos hacia una investigación más sólida
Los expertos proponen estudios colaborativos entre científicos con visiones opuestas —una metodología conocida como “colaboración adversarial”—, e incluir a jóvenes, padres y docentes en el diseño de los estudios para que los resultados sean más aplicables y realistas.
Además, es fundamental que las investigaciones no se retrasen esperando certezas absolutas. Algunas escuelas ya están experimentando con la prohibición de móviles, aunque estudios recientes, como uno realizado en 30 escuelas de Inglaterra, no han encontrado mejoras claras ni en el uso del móvil ni en la salud mental de los alumnos.
Hacia un uso equilibrado y saludable
Dado que las pantallas forman parte integral de la vida actual de los jóvenes, desde tareas escolares hasta contacto familiar, los estudios no pueden eliminar completamente su uso. Pero sí pueden evaluar pequeñas intervenciones prácticas, como mantener los teléfonos fuera de los dormitorios por la noche, una propuesta de la investigadora Amy Orben, de la Universidad de Cambridge.
También se llama a las empresas tecnológicas a colaborar con la comunidad científica, para diseñar plataformas que fomenten el bienestar digital, por ejemplo, creando redes sociales más fáciles de dejar.
El objetivo final: adolescentes resilientes y conscientes
La meta no debe ser eliminar por completo el uso de tecnología, sino formar jóvenes que sepan usarla de forma consciente, equilibrada y saludable, capaces de combinar el mundo digital con el sueño, la actividad física y la vida real. Y quizás así, algún día, ellos mismos puedan enseñar a los adultos a hacer lo mismo.