La libertad según Ayuso, los VTC… y la prensa que dramatiza

La libertad según Ayuso, los VTC y la prensa llorona

Qué bonito es cuando se habla de “libertad”. En boca de Ayuso es como escuchar a un cura predicar sobre austeridad mientras aparca un Ferrari en la puerta. Porque claro, libertad es que Uber, Cabify y Bolt circulen a placer, sin demasiadas reglas que molesten. Libertad es que los taxis se coman licencias carísimas, seguros, tarifas reguladas, inspecciones y demás burocracia, mientras los VTC campan alegres con la bendición del mercado. Esa es la nueva religión: libertad para el lobby, cadena para el currito.

Los VTC, víctimas del sistema… multimillonario

Si escuchas a las patronales de los VTC, da la impresión de que son una ONG altruista. Pobrecitos, dicen que si les limitan, desaparecerán miles de empleos. Lo de siempre: “si me regulas, cierro el chiringuito”. Una especie de terrorismo económico con chófer: o tragas con nuestras condiciones o dejamos a la ciudad sin coches. Qué generosos.

Y no olvidemos: esos empleos que tanto lloran proteger suelen ir acompañados de condiciones laborales precarias, con jornadas maratonianas y contratos dignos de novela victoriana. Pero claro, cuando hablan de ellos, los llaman “puestos de trabajo modernos y flexibles”. Flexibles, sí: como la espalda de un trabajador que se dobla 14 horas al volante.

El catalán, ese monstruo que aterra a la prensa

Luego está la otra película, la de los taxis catalanes. El Govern dice: “oye, ya que conduces un taxi, un servicio público, igual estaría bien que supieras catalán, la lengua oficial del sitio”. Y la prensa responde: “¡dictadura lingüística!”, “¡independentismo radical veta el castellano!”.

Claro, porque pedirle a un taxista que pueda hablar en catalán es exactamente lo mismo que quemar la Constitución en la plaza pública. ¿Quién quiere profesionalizar un servicio cuando puedes montar un circo mediático con banderas?

El doble rasero de manual

Aquí está la hipocresía en estado puro:

  • Pides un Uber en Madrid en inglés → innovación y cosmopolitismo.

  • Cabify esquiva normas → libertad de mercado.

  • Un taxista en Barcelona tiene que saber catalán → golpe de Estado lingüístico.

Es fascinante. El catalán solo es un problema cuando lo habla un pobre taxista. Si lo meten en un anuncio de Estrella Damm, de repente es “qué diversidad tan bonita”. Pero claro, en un taxi ya no, ahí se convierte en una “imposición”.

La libertad de Ayuso: el club privado de siempre

Lo de Ayuso ya merece capítulo aparte. Cada vez que abre la boca para hablar de libertad, alguien debería recordarle que no es lo mismo que barra libre para las multinacionales. Porque mientras se desvive en defender a los VTC, los taxistas, esos autónomos que de verdad sostienen un servicio público, se quedan con cara de tontos viendo cómo la “libertad” es un traje a medida para los de siempre.

Libertad para privatizar, libertad para especular, libertad para precarizar. Eso sí, cuando alguien habla de reforzar el servicio público, garantizar derechos lingüísticos o poner un poco de orden en el caos, ahí ya no: eso es “intervencionismo”, “socialismo radical” o, si hablamos de Catalunya, “independentismo ultra”.

La gran estafa de la palabra “libertad”

Así que sí: la libertad de Ayuso es la de los privilegiados, la de los lobbies, la de quienes pueden permitirse que la ley se escriba a su medida. Y la libertad de la prensa rancia es la de inventar titulares apocalípticos cada vez que alguien osa sugerir que en Catalunya se hable catalán.

Mientras tanto, el ciudadano corriente paga la fiesta: taxis compitiendo con VTC en condiciones desiguales, trabajadores explotados en nombre de la “modernidad” y una prensa que fabrica enemigos imaginarios para mantener el espectáculo.

En resumen: la libertad de Ayuso no es tu libertad, es su negocio. Y si no te gusta, ya sabes: pide un Uber y recita el Padre Nuestro en castellano, que igual te sale más barato… hasta que te toque pagar el coste social de tanta “libertad”.

Y aún recuerdo aquellas sabias palabras que resonaron en el Paseo de Gràcia, cuando Tito, entre cláxones y pancartas, gritó con la honestidad que no cabe en los editoriales de La Razón: “Ayuso, eres una hija de fruta.”


La Razón vuelve a atacar el catalán… y ahora también al taxi

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