La catástrofe Free Now, Bolt y Uber

La catástrofe Free Now, Bolt y Uber

El fenómeno de la economía que se disfrazó cómo «colaborativa» de las apps como Uber, Glovo, Free Now o Bolt y otro largo etcétera, que se introdujo a raíz de las últimas tecnologías ha variado nuestro comportamiento cultural inconsciente y ha sustituido nuestro conocimiento por un comportamiento biológico claramente adiestrado.

Hemos asimilado la realidad conveniente de los Uber de turno en una rutina cómoda.

Nuestra credulidad sacraliza la patraña sobre el significado real de las cosas.

Los intereses se han hecho abstracciones económicas que han retorcido nuestra vida y también el trabajo que nos mantiene y nos relaciona.

No se ha concebido a los individuos reales ni nadie preguntó por su suerte. Los taxistas eran materia sufriente cuyo camino era la resignación.

El cinismo del «sálvese quien pueda» se forja por el dinero de una autoridad despótica jerarquizada perfectamente desde Washington hacia la Europa gregaria.

Movimientos de respuesta continuada crearon una conciencia colectiva para enfrentar el embrutecimiento continuado de una ficción sistemática de bondad fingida que oculta la moral egoísta de la élite económica restringida que se apodera del conocimiento en beneficio propio.

La práctica habitual de asaltar la vida regulada normalizada la realiza cambiando la concienciación colectiva, repartiendo con sus medios de comunicación alquilados enseñanzas a conveniencia con un talante arrogante, implacable e insultante que anulan la instrucción de los que proponen el bienestar por encima del imperialismo económico, desorganizado a conveniencia.

Alizar inteligentemente pensando en el bienestar del individuo

No podemos ser atropellados por el carro de la modernidad sempiterna que nos somete a una subordinación continuada, porque es un régimen devorador mafiado en las alturas. No busca la proporción de la belleza de la vida. Es un manejo excluyente.

Esa modernidad no puede ser el referente moral que ilumina la ruta a seguir. No hay un avance social, tan sólo individualidad que se seca en su ficción «abstracta y sabia» que ignora al pueblo que oprime. No es una proposición que pudiera ser digerida porque anula la vida.

Un bienestar social que se basa en buscar armonías sociales de belleza a través del respeto y no de la invasión depredadora.

Existen países que no visualizamos normalmente. Serían Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca. Allí vale la pena visitar una simple discoteca para comprobar cómo su estructura social ha respetado los derechos del trabajador y ha forjado una extraordinaria belleza física que es producto de un sistema equilibrado que cuida a sus ciudadanos. Sin vendedores de pesadillas.

La catástrofe Free Now, Bolt y Uber