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A las 16:30 del sábado, Pamela Maldonado estaba junto a su padre y algunos vecinos en medio de la cacerolada, a pocos metros de su vivienda en Santiago.

El ambiente se veía tranquilo en el sector de San Isidro. Inspeccionó la calle con una mirada rápida. Nada. Todos se veía muy normal. Subió al baño y regresó.

Abajo se encontró con una imagen que la dejó paralizada: una turba de fuerzas especiales rodeó a su padre. Eran más de diez, lo acorralaron en un círculo y empezaron a patearlo.

«Les pedí que por favor pararan, porque mi padre es diabético; tiene sesenta años y lo podían matar, pero me empujaron con los escudos y no pude alcanzarlo», recuerda.

A Pamela, entre codazos, la azotaron contra una pared, mientras no podía ver qué pasaba dentro de coche policial. Ella les gritó que dónde se llevaban a su padre y le contestaron que a la Tercera Comisaría de Santiago. Recuerda que un carabinero de apellido Gallardo -que se logra ver en unos de los videos que grabó- la golpeó con el puño en la espalda y la metió al furgón.

Adentro vio como su padre estaba con la nariz ensangrentada. Apenas podía respirar. Pamela quedó en shock. También pudo ver a otros detenidos, golpeados, en muy malas condiciones. Un segundo policía le puso las esposas a su padre y las apretó.

Lo que sigue son momentos de pavor. Rumbo a la comisaría un carabinero comenzó a provocar a los detenidos, gritando contra los mapuches, “que odiaba a los comunistas” e incluso amenazó a Pamela con agredirla sexualmente.

«¡A ver si te gusta por el culo!», le dijo para asustarla.

A esas alturas ella no podía creer los que estaba pasando, solo abrazó a su padre para que no volvieran a golpearlo.

«Después subieron a un hombre ensangrentado que gritaba por el dolor de riñones, en la constatación de lesiones supimos que era VIH positivo. En un momento pedí que me dejaran limpiarle la cara a mi padre con una botella de agua, ellos lo hicieron, pero lo ahogaban con la mezcla de agua y sangre. Era una tortura», recuerda nerviosa.

Después de pasar por el ambulatorio para comprobar las lesiones, los llevaron hasta la Tercera Comisaría de Santiago.

Una vez en la celda vio cómo carabineros lo volvieron a golpear y solo pararon cuando intervino un abogado del INDH.

A las 12:30 de la noche los soltaron. Con la poca ropa que les quedaba caminaron desde la calle San Martín hasta su hogar.

«Es de no creer, y lo que sigue será una denuncia. No podemos permitir que esto siga pasando, lo que nos hicieron es completamente ilegal», dice Pamela antes de terminar la entrevista.

Constanza Acuña

Constanza Acuña trabaja en servicio al cliente de un supermercado del sector oriente y vive en la calle San Martín.

El sábado, cerca de las ocho de la tarde, bajó del cuarto piso de su edificio para participar también de loa cacerolada. Hasta la nueve, era una manifestación ciudadana tranquila.

Repentinamente un piquete de fuerzas especiales llegó al lugar. A la distancia vio cómo un grupo de carabineros empezó a correr hacia ellos. Recuerda que en ningún momento sus vecinos los atacaron. No hubo provocación.

Las personas increparon a Carabineros por el uso desmedido de la fuerza, pero no se detuvieron en su actitud violenta. Constanza, su pareja y cinco vecinos corrieron en dirección a su edificio.

Llegaron a entrar, pero un grupo de fuerzas especiales pateó la reja, entraron y persiguieron a todos por las escaleras. Los alcanzaron en el cuarto piso. A su pareja y a su vecino se los llevaron detenidos y quedaron las mujeres solas.

«Golpearon a mi vecina con una porra en las piernas, a mí me tiraron por las escaleras, me quitaron el teléfono de las manos y cuando me enfrenté uno de los policias me apretó el cuello», recuerda.

Constanza tuvo que ser atendida en el hospital de la Posta Central por los golpes que tenía en su cuerpo, aún les cuesta tragar. Sigue asustada por la violencia que le tocó experimentar y tiene claras muestras de shock post traumático.

«No entiendo qué paso, no he podido dormir, tengo miedo de que puedan venir a buscarme, tampoco entiendo cómo pudieron llegar a entrar en nuestra casa», dice nerviosa.

La cifras del Instituto Nacional de Derechos Humanos

Entre las cifras que entregó el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) tras las jornadas de protestas del domingo, contabilizó 283 personas detenidas (de ese grupo 61 son mujeres), 44 heridos, 9 personas desnudadas en procedimientos policiales.

Todo esto entre las comunas de Santiago, Maipú, Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Talca, Concepción, Valdivia, Temuco, Puerto Montt y Punta Arenas.

La mayoría denunció un uso desmedido de la fuerza en el momento de la detención, además de detenciones a niños/as, malos tratos, golpes en rostros y muslos, torturas y vejaciones sexuales.

Silvana del Valle, abogada de Red Chilena Contra la Violencia hacia las mujeres, explica que la violencia político-sexual ha sido algo continuo en Chile y en toda la región durante las últimas décadas, dado que los aparatos policiales siempre han sido educados para ser dispositivos patriarcales.

Dice que eso es algo que resuena durante la dictadura en Chile y luego en el periodo post dictatorial como una característica muy marcada por los cuerpos policiales.

«Veían y ven con especial molestia la participación de las mujeres en movimientos sociales, la violencia que se dirige hacia ellas es específica, porque existe una molestia mayor y un intento de quitarlas de los espacios públicos, por ende se traduce en violencia concretamente de orden sexual», aclara.

Las mujeres detenidas estos días se encuentran en especial vulnerabilidad.

Recuerda cómo en la época de las movilizaciones estudiantiles hubo ordenes especificas a fuerzas especiales de Carabineros de levantar la falda a las escolares, y también se vio que cuando las adolescentes eran detenidas se hacían tocamientos en los senos o genitales.

Para la abogada también hay que tener especial consideración con las mujeres migrantes, que vienen saliendo de situaciones violentas en sus países de origen, sumado a la barrera del idioma (en el caso de las haitianas), lo que genera una mayor dificultad para poder proteger sus derechos.

«Otra arista que no estamos considerando es que en este momento las policías están preocupadas de resguardar la propiedad privada.

Hoy las mujeres que son y serán víctimas de violencia no están teniendo los servicios que el estado debe proporcionar para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres.

Me refiero a que si tú llamas a una comisaría el día de hoy para denunciar cualquier tipo de agresión de género, no se tendrá una respuesta positiva», concluye.


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